¿El arte todavía puede cambiar al mundo?

El arte ha venido cambiando el mundo incluso desde antes de que se le concibiera con dicha palabra. Ya sea en forma de imagen, baile, sonido, idea, investigación, etc. Esta palabra ha sido objeto de múltiples innovaciones, que a su vez, han envuelto a la sociedad en tal acto.  Basta con pensar, por ejemplo, en la construcción del cine. Este no surgió por creación espontánea, ha ido evolucionando y adaptándose; tomando cosas de un lugar y de otro, la mayoría derivados de quehaceres científicos (fotografía, sonido, imagen en movimiento), los cuales se fusionaron con la creatividad hasta llegar a hoy:

 

El cine en su origen implicó cambios radicales, permitiendo conocer el mundo en sus avances y epopeyas; con él se accedió a nuevos procesos creativos, cambió el uso y disfrute del tiempo libre e impulsó el desarrollo de nuevas herramientas tecnológicas. El cine, como cualquier otro componente de lo social, forma parte de la historia que se va haciendo cada día, entendida como relación de nuestro tiempo [1].

 

Duchamp -en su texto sobre el acto creativo- menciona que, una obra de arte está incompleta hasta que alguien más la especta, sucediendo así una transustanciación. Por lo tanto, el arte necesita de nosotras para existir, avanzar y cambiar. Cuando hacemos y/o somos espectadoras del arte, este nos cambia a nosotras y a las demás a través de la transustanciación, y por lo tanto, también cambia al mundo; tal como sucedió con la paulatina aparición del cine y su evolución. Porque cuando el artista le abre las puertas del mundo a su obra, esta se vuelve parte de la cultura, y por lo tanto, del cambio.

Ahora bien, está claro que vivimos en año 2023 y que el cine fue una invención del siglo pasado, el cual se forjo un camino hasta establecerse como un arte. Pensar hoy, que el arte puede cambiar al mundo, significa darle un sentido funcional a ello que hoy más que nunca pareciera no tenerlo, o que se reduce a entretener.

Tras una investigación, Adriana Valdés hace una pequeña taxonomía para entender los distintos objetivos y funcionamientos del arte -en los cuales no ahondaremos aquí-: 1) Para generar experiencia estética; 2) Para comunicación; 3) Para conmemorar; 4) Para trasgredir; 5) Para hacer pedagogía; y por último 6) para hacer activismo[2]. Es evidente que no son las únicas funciones que puede tener el arte, y que además, estas pueden entremezclarse y así, hacer existir un poco de cada una en cualquier obra.

Lo interesante de la clasificación taxonómica que elaboró Adriana, es que hay ciertas palabras que obvian su relación con otras disciplinas, pero que, aun así, entendemos y relacionamos con el arte. ¿por qué? Tres autoras nos explican esto. Chus Martínez trae a la mesa el término Osmosis, Hito Steyerl nos habla del Multilingüismo, y Olafur Eliasson refiere a La polinización cruzada. El arte, como dijimos al inicio, atraviesa procesos de innovación, y el momento que vivimos nos da la libertad de usar en toda su concepción, las palabras mencionadas para ir y venir, agarrar de un lado a otro e incluso traducir según sean nuestros fines artísticos. 

Volviendo al tiempo en el que vivimos, cuando escucho la pregunta que titula este ensayo, no puedo evitar pensar, primero, en la acción que dos integrantes del Colectivo Hasta Encontrarte -integrado por madres, hermanas, tías y familiares que buscan a sus seres queridos desaparecidos- hicieron: escalaron una estela de luz ubicado en la Ciudad de México, para colocar una manta y protestar contra la violencia y las desapariciones[3]. Lo segundo que pienso es en la canción Arroz con leche (cuya letra original tiene un enfoque de control sobre el cuerpo femenino) que fue subvertida y cantada al unísono por infancias durante una clase:

Arroz con leche, yo quiero encontrar

a una compañera que quiera soñar

Que crea en sí misma y que salga a luchar

En busca de sus sueños de más libertad

Valiente sí, sumisa no

¡Feliz, alegre y fuerte te quiero yo![4].

Es aquí, tras escuchar la canción y saber que el cantar de esta letra llevo -por parte de las infancias en conjunto con un docente- un análisis y reflexión de ambas versiones, así como una elección sobre que versión cantar[5]. En esta acción, hay arte, y es en ella donde se evidencia que el arte aún puede cambiar al mundo, y lo hace desde y gracias a ese cruzar de las fronteras entre disciplinas. Es aquí, desde la resistencia con fines pedagógicos; conmemorando a quienes ya no están; trasgrediendo y comunicando, donde el arte puede cambiar al mundo.

Es evidente que donde hay arte, hay cambio. Sin embargo, el punto del que debemos partir, y con mucha responsabilidad -ya que somos participantes internos en la construcción del arte- es hacia dónde y con qué impacto, vamos a dirigir ese cambio.   


Foto: Andrea Murcia-Cuartoscuro.

[1] (Mercader, 2012)

[2] (Valdés, 2018)

[3] (Guzmán y Casasola, 2022)

[4] (Ávila, 2022)

[5] Ibid.


Fuentes de Consulta

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