Sobre "El elogio de la sombra" de Junichiro Tanizaki


Me ha sido imposible, mientras recorría cada una de las páginas de este escrito, no dejar de escuchar a Chava Flores recitando desde el fondo de mi habitación con su voz aquel tan hermoso pero melancólico verso que, aún yo como un joven nacido en el recién comenzado siglo XXI, siento con tanto fervor en el pecho:

Hoy mi México es bello

Como nunca lo fue

Pero cuando era niño

Tenía mi México un no sé qué.

 

    Y es que Tanizaki deja plasmado en este ensayo ese mismo sentimiento que añora y explora la belleza del pasado que ya no está más aquí; claramente lo hace desde su cultura, desde lo oriental, desde Japón. Si bien, Chava Flores podía describir con tanto detalle que era ese no sé qué sin saber ponerlo en una sola palabra, Tanizaki si pudo englobar esa belleza en una sola: la sombra.

La sombra es el eje central del texto mencionado con anterioridad, comienza de manera tajante y nos lo deja claro en una sola frase “La belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra”, y la verdad es que aún como una persona que ha sido altamente influenciada por el pensamiento occidental, me es difícil estar en desacuerdo con lo dicho.

    Quería proclamarme servidor inconsciente de la sombra por el hecho de que odio en demasía la blanca luz artificial de los focos que alumbran y destruyen la belleza de una casa amaneciendo por la mañana, además de que como alguien que estudia para la creación de imágenes, aborrezco enormemente que estas puedan ofrecerme una cantidad de información tan grande al tener demasiada iluminación en su ser.

    Sin embargo, a lo largo de estos días, y a pesar de que quería proponer al claroscuro como muestra de que occidente ha reconocido a la sombra como una cualidad estética imprescindible, he notado que nuestra cultura tal vez sí sea luminocentrista.

    Es cierto que la realidad que, por fortuna, percibimos, no existiría sin la dualidad entre sombra y luz, además de que en muchas situaciones (si no es que en todas), es la sombra quien  puede dar una atmósfera tan deliciosa –tal y como se describe en el texto-  a nuestra realidad; pero eso no deja de lado el asunto sobre poner a la luz primero que a la sombra. Por lo menos desde mi estancia física y  haciendo memoria, puedo notar que escasas veces pensé que bonita sombra se genera ahí a no ser porque la luz pueda atravesar junto con la sombra, como por ejemplo en objetos translúcidos. 

    En el claroscuro, el elemento principal es aquello que se ilumina, volteamos a verle de manera inconsciente antes que a lo demás, dejando de lado o ignorando por completo aquello que se asoma entre las sombras aunque puede que en realidad no haya nada ahí. Tal es nuestra relación con la luz que esta explotó con la llegada del impresionismo, de ahí para delante la luz siguió y sigue siendo lo principal, aun queriendo justificar que al usar el claroscuro la existencia entre sombras y luz es equilibrada. Tanizaki demuestra que la gran diferencia entre occidente y oriente conforme a esta dualidad es abismal, pues mientras que oriente hace de lo habitable y funcional una experiencia estética donde la sombra predomina, occidente a penas y alcanza a lo estético en función de la luz, y las sombras que genera, pero en segundo plano.

    Aún las personas que trabajamos a la fotografía y afines, que supone debemos entender la dualidad en función de nuestras imágenes, no nos libramos del favoritismo por la luz, sin ella no somos nada, aunque tampoco lo seriamos sin la sombra. Podríamos pensar que  llegado este punto es difícil consolidar si realmente estamos en un mundo que favorezca a la luz; el problema es que occidente enmarca esa belleza que nos ofrece la sombra, mientras que en oriente, lo experimentaban de primera instancia, como si estuviesen listos para grabar un filme.

    Y ya que tocamos al cine, probablemente sea este el único invento –occidental-  en torno a la luz que logra equilibrar la dualidad puesto que nos sumergimos en una habitación completamente a oscuras que va a enfrentar a una pantalla luminosa, ambas, generando aquella única sensación que quien lea esto, seguro entenderá. Probablemente la solución al problema sobre la luz como protagonista no sea la sombra protagonista, sino simplemente, aceptar a ambas y sus cualidades en perfecto equilibrio, pero para poder lograrlo y dejar de lado el luminocentrismo, ahora es necesario que nos permitamos ver hablar a la sombra, y podemos hacerlo a través del último rayo de luz (o de sombra) que, tal como Tanizaki dice, experimenta apagando su luz.



Tanizaki, J. (2015) El Elogio de la Sombra. Siruela. Available at: https://ddooss.org/libros/Junichiro_Tanizaki.pdf.

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